Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) es una fundación que depende directamente del Santo Padre cuya misión es ayudar pastoralmente en 150 países del mundo allí donde la Iglesia sufre necesidad; en paséis muy pobres y que sufren persecución.
AIN nace en el año 47, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando Pio XII lanza un grito al mundo diciendo; “Hay que ayudar a los refugiados”. Estos refugiados de los que hablaba Pío XII, eran los 13 millones de alemanes que habían sido deportados desde Alemania del este hacia el oeste y estaban vagando por Alemania en condiciones infrahumanas; vivían en los bunkers de la guerra y entre ellos había 3000 sacerdotes que además estaban en una Alemania que no era católica, sino protestante, con cierta tensión, postguerra, ciudades destrozadas… la gente tampoco les podía ayudar mucho.
Entonces un sacerdote holandés, el Padre Werenfried Van Straaten, recoge esta llamada y empieza a predicar por los pueblos de Bélgica y Holanda para pedir ayuda para estos refugiados. El sentido de esta ayuda no es simplemente un sentido material, sino que él habla desde la reconciliación, desde el perdón. Está pidiendo ayuda para los enemigos –los alemanes habían sido durante la guerra los enemigos de los holandeses y de los belgas- y él explica que iba por las iglesias y pedía ayuda, pero siempre desde el perdón y les decía; “es muy fácil decir, sí, sí, les perdonamos, pero como están lejos, el verdadero perdón, demostrar el verdadero perdón, es ayudarles, ayudarles materialmente”. Pero en esa época de posguerra, ¿con qué les podían ayudar? Y a él se le ocurrió pedir las lonchas de tocino, que en el norte de Europa ahúman y que las casas las tenían colgadas en las chimeneas. Y eso pidió, lonchas de tocino. Dice que al principio tenía muchísimo miedo porque pensaba que incluso le iban a pegar cuando iba por las iglesias, pero nadie respondía. Luego, a escondidas por la noche, iban las mujeres a dejar lonchas de tocino y llenó camiones y camiones de tocino. A partir de ese momento al Padre Werenfried Van Straaten se le conoció como el Padre “Tocino”. Y así empieza una historia de perdón.
Luego pasaron los años y se empezó a ayudar a toda Europa del este que quedaba detrás del Telón de Acero y luego los Papas ya pidieron extender la ayuda al resto de Asia, a África y a América Latina.
Hoy día AIN tiene proyectos en 150 países en el mundo y ayudas a religiosas, sacerdotes y misioneros para que puedan llevar a cabo su labor sosteniendo a conventos de clausura, a sacerdotes, con vehículos (desde una lancha a un burrito para los Andes, un 4×4, una moto, una bicicleta…) con medios de comunicación y excepcionalmente en casos de persecución extrema y cataclismos.
Siempre se actúa a través de la Iglesia local del país -de los obispos y de los sacerdotes-, que es la manera más eficiente pues ellos conocen realmente cuáles son las necesidades, quienes están allí siempre, antes, durante y después. Es muy bonito ver la comunión de toda la Iglesia.
Toda esta labor no sería posible sin los voluntarios de AIN. Se puede ayudar de muchas maneras. Primero con la oración, rezando por todos estos cristianos hermanos nuestros. Después, dando a conocer la situación, a través de www.ayudaalaiglesianecesitada.org.”. También siendo donante de tiempo. Y luego con la caridad, como decía la Madre Teresa de Calcuta “dar hasta que duela”. Tenemos testimonios de personas que no pueden donar más que 5 euros al mes, una cantidad pequeña, pero sepamos que todo suma y en estos países de necesidad el nivel de vida es otro y el dinero se multiplica y es una forma muy bonita de colaborar, y realmente en AIN no recibe subvenciones ni ayudas de ningún gobierno o entidad pública. Son una legión de almas buenas, de pequeños benefactores que van ayudando y esto es muy bonito ver. Recuerdo el caso de una señora que se acababa de jubilar y su primera pensión fue para AIN, para esos hermanos que lo necesitan. Muchas veces a aquí nos creamos necesidades y nos olvidamos de lo que lo que es esencial.