Suele ser mayoritario entre los cristianos, ante la lectura de textos del Antiguo Testamento, la idea que el Dios que allí aparece es un Dios duro, cruel, vengativo…
Es una idea equivocada, un error que, tristemente, precede como causa de otros errores más graves. Con ese concepto se nos ha ido sirviendo una versión que incluso puede parecer justa y razonable: si Dios es firme, esa firmeza se puede presentar convertida en dureza y, de ahí, un solo hay un pequeño paso hasta un Dios inamovible.
Ese concepto suele se desprende de una lectura equivocada de los textos del Antiguo Testamento. Lecturas literalistas y fundamentalistas, que hacen mucho daño. Dañan el verdadero sentido de la Palabra y, en consecuencia, dañan nuestra relación con Dios y con el hermano.
De este tipo de lecturas distorsionadas se han nutrido desde ciertos espiritualismos de perfil tradicionalista hasta, no es broma, grupos tan extremistas como los que sostienen teorías racistas.
Y sin embargo, si nos vamos a los primeros textos de la Escritura, ¿qué es lo que nos encontramos? ¿Cómo es el Dios que allí aparece? Demos una sencilla mirada.
Ya de entrada el Libro del Génesis se inicia con un Dios creador. Nos preguntamos ¿por qué crea? Dios no necesita crear ¿o sí? En la anterior entrada de esta formación veíamos como Dios ama y no puede dejar de amar. Pero… ¿cómo se puede amar si no hay nadie a quién amar? Un Dios sólo ¿podría ser un Dios Amor? Imposible! Dios, para ser Dios Amor, ha de crear. Y, por tanto, podemos decir, sin dudar, que la creación es una obra de amor.
El Dios del Antiguo Testamento, desde su inicio, desde el primer capítulo del primer libro bíblico, es el Dios de la Vida, el Dios que crea por amor. Esta verdad es importantísima para poder creer, y con coherencia también actuar, en el Dios rico en misericordia.
Es el mismo Dios de la Vida que vamos a encontrar en el relato de Caín y Abel (Génesis 4). Leemos que Caín mata a Abel, que Dios pregunta a Caín por su hermano y que Caín responde de manera muy poco misericorde: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. Pero no en en esta parte del relato en la que deseo detenerme…
Ya casi al final de este relato Caín piensa y dice que Yahvé le envía a muerte segura: “cualquiera me encuentre me matará” (Gn 4, 14). Pero se va a llevar una sorpresa, una grata sorpresa. Dios, que ama y perdona siempre, le contesta: “Al contrario, quienquiera que matare a Caín, lo pagará siete veces” (Gn 4, 15).
El Dios del Antiguo Testamento no se muestra como el Dios duro, cruel y vengativo que de tanto repetirse que lo es nos lo hemos creído a pies juntillas. Al contrario, se muestra como el Dios Amor y Perdón, misericordia infinita. Incluso se dice que podemos tomar esta respuesta de Dios a Caín como el primer alegato contra la pena de muerte. Estos días es un tema bien actual porque el Papa Francisco, en estos primeros días del Año de la Misericordia, ha demandado de los estados el abolir de sus legislaciones la pena de muerte.
Seguiremos en la próxima entrada de esta formación con el Dios de la Vida, y mientras nos podemos preguntar y, si queremos, comentar aquí, cuántas veces hemos oído e, incluso, hemos dicho nosotros que el Dios qua aparece en el Antiguo Testamento es muy duro, cruel y vengativo.