¿Forma parte de la realidad histórica este relato? ¿Pero de verdad se puede uno creer que a alguien se le pasase por la cabeza hacer una torre que llegara hasta el cielo?
Alguno podrá aducir que se lleva una nueva decepción si digo que lo anterior no es lo relevante y que, por tanto, no será temática de este artículo. Pero es que, precisamente, no es relevante.
Llegados a este punto, después de haber pasado por los capítulos dedicados a la Creación o al Diluvio universal, creo ya explicado que todas estas “historias” no son tanto historia (científicamente hablando) como catequesis que se sirve de símbolos, imágenes, mitos…
v4a. Edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo
En este versículo aparece una nueva forma de retar a Dios. Si ya en el segundo relato de la creación (Gn 2) se le presenta al ser humano la tentación del “ser como Dios”, este pasaje no anda muy lejos de esa mentalidad.
En el relato de la creación no se trata pues de intentar ser como el Padre creador en su amor y bondad, que implicaría una consecuencia de vida. Es, al contrario, la tentativa de ser como Dios solo en el poder y hacerlo desde una oferta desobediente y bien facilona.
Ahora, en el relato de Babel, se busca alcanzar el cielo, la gloria, nuevamente alejados de una llamada a la santidad de vida o de la entrega incondicional (como Jesús y sus discípulos). Aquí todo se reduce a tocar el cielo contando solo con nuestras fuerzas. Es decir, vaya incongruente paradoja, Babel no cuenta con Dios para llegar a Dios.
v4b. Hagámonos un nombre
Siempre me ha hecho gracia cuando se utiliza la expresión “ser alguien”. Sí, evidentemente es una gracia irónica y sarcástica.
Los “respetables” de este mundo se han convencido y, por desgracia, han convencido a casi todo el mundo, que hay que “ser alguien”. Pues bien, como se puede comprobar la cosa viene de lejos, ya que la expresión “hagámonos un nombre” tiene mucho que ver con la de “ser alguien”.
¿Pero de qué hablamos? Se trata de que realmente el único que tiene nombre en propiedad es “el nombre sobre todo nombre” y todos los demás lo recibimos de Él. Por lo tanto, el “hagámonos un nombre” se refiere a a no necesitar de Dios, a ser autosuficientes.
Pero además, se trata de no ser iguales al resto. “Ser alguien” es que, a la vez que yo lo consigo ser, los haya que no lo son. Si quiero estar por encima de Dios, ¿cómo no voy a desear estar por encima del hermano?
v7b. Que ninguno entienda el habla de su compañero
Existe una enorme confusión respecto de este versículo y su paralelo de Pentecostés (Hch 2)
Aquí no se dice que se pasase a hablar ninguna lengua rara, sino que hablando cada uno su lengua no se entendieron. Es decir, dejaron de estar en comunión unos con otros. Y fue así, porque cuando no se cuenta con Dios es imposible la comunión, ya que nos acabamos poniendo nosotros por delante de Dios y del hermano.
Y en la misma clave, pero justo al contrario, ocurrirá en Pentecostés. En el relato de la venida del Espíritu Santo no se dice en ningún momento que se pasase a hablar ninguna lengua rara o inventada. Lo que Lucas explica es que hablando cada uno en su lengua propia, se entendieron todos. Y fue así porque estaban en comunión al haber recibido el Espíritu Santo.
Así, la clave tanto en Babel como en Pentecostés es la dinámica de comunión.
Babel hoy
¿Dónde está hoy la Torre de Babel? Parece que sus ruinas se encuentran en la hoy, cerca de Bagdad. Pero los hay que dicen que Babel se ha acabado construyendo. Dicen que Babel es el galimatías de comunicación e información que encontramos en los periódicos, radios, televisiones, portales y páginas de Internet… Nunca hubo tanta comunicación y, paradójicamente, tan poco entendimiento.
Babel se puede traducir como “confusión”. Pero también podemos decir que en ocasiones Babel somos nosotros mismos. Cuando dinamitamos la comunión, bien sea desde posturas descaradamente contrarias a la unidad, bien sea desde posiciones uniformizantes, en donde las personas solo son sujetos dependientes de objetivos fríos y calculadores. O cuando nos engañamos aduciendo a Dios como fin para justificar nuestros medios.
Pero es que, además, realmente es mentira que el fin sea Dios. A Dios lo utilizamos en nuestro Babel actual. Nos disfrazamos de personas religiosas que pretenden llegar a Dios, pero al igual que en Babel, lo intentamos sin contar con Él, sin entrar en su dinámica de comunión.
Quique Fernández
Miracle Sound Radio