v10. Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. 

Dios cuestiona gravemente a Caín tras matar a Abel. Y lo hace gravemente porque grave es su pecado. Y difícilmente encontraremos a alguien que ponga en duda que el pecado de Caín es grave y que por ello ha de ser cuestionado gravemente.

Resulta bien fácil de entenderlo y asumirlo cuando se trata de una historia aparentemente ajena a mí, o cuando se trata de otro o de uno de los “otros” (y no uno de los “míos”). Pero ¡ay! si de quién hablamos es de mí.

Encuentro conexión entre muchos fragmentos bíblicos y este que nos ocupa. Pero hay dos que se me destacan de entre el resto. El primero lo encontramos en el capítulo 12 del Segundo Libro de Samuel. Resumiendo: David se enamora de Betsabé, mujer de Urías, al que envía al frente de batalla para que lo maten y así quedarse con su esposa. Tras ello, el profeta Natán se sirve de una ficticia historia de injusticia, aparentemente ajena a David, para que éste monte en cólera y Natán le “remate” con “tú eres ese hombre”. En el fondo, aún por boca de Natán, es Dios mismo quien pregunta ante la injusticia cometida por David, tal como hace con Caín y tal como hace con cada uno de nosotros, “¿qué has hecho?”.

El otro fragmento se encuentra en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo, y es el “archiconocido” (que no “archipracticado”) relato del Juicio Final. Cuando Dios nos preguntará a cada uno por como hemos tratado a cada uno de nuestros hermanos más pequeños (y débiles).

v14.  He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé, y seré errante y extranjero en la tierra; y sucederá que cualquiera que me hallare, me matará. 

¿Caín ha pecado, matando a su hermano, solo por un arrebato? De este versículo se desprende que él ha ido cultivando una mentalidad vengativa. Y con esa mentalidad, ahora cree que su pecado contra el hermano se volverá contra él y también morirá en manos de otro. Él odio engendra odio. Es la llamada “cultura de la muerte”.

v15. Y le respondió Yahvé: Ciertamente cualquiera que matare a Caín, siete veces será castigado. Entonces Yahvé puso señal en Caín, para que no lo matase cualquiera que le hallara. 

Pero Dios responde ante el odio, la muerte, la “cultura de la muerte”, con vida. De Dios, por mucho que algunos se empeñen, solo fluye vida y su espíritu solo derrama gracia.

Pero cuantas veces oímos decir aquello de “si no te portas bien, Dios no te querrá”. ¡Qué gran mentira! Dios ama y perdona siempre. Somos nosotros los que no nos dejamos amar y perdonar por Dios. Insistimos en hacer a Dios a nuestra imagen y semejanza y, así, nos sale un Dios barato e, incluso, vengativo.

El Dios de la Vida no desea la venganza contra Caín, no desea su muerte. Y algunos dirán “pero si Caín es una asesino y merece morir”. Solo Dios es verdaderamente creador y dador de vida y, por tanto, solo él puede disponer de la vida. Y tanto sirve para iluminar las dudas sobre el aborto o la eutanasia como para hacerlo respecto a la pena de muerte, de la que este fragmento parece el primer alegato contrario a ella.

 

v16. Salió, pues, Caín de delante de Yahvé, y habitó en tierra de Nod, al oriente de Edén. 

v17.  Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc; y edificó una ciudad, y llamó el nombre de la ciudad del nombre de su hijo, Enoc.

Un último apunte para rebatir a los llamados creacionistas. Si tal como ellos afirman, la creación hay que creérsela tal como el texto dice literalmente., ¿de dónde salió la mujer que Caín encontró, conoció y le concibió a su hijo Enoc?

Y después de leer los versículos 25 y 26 también nos preguntamos ¿y de dónde salió la mujer que fue madre de Enós, hijo de Set?

Cuidado, no vayamos a hacer lo que la censura hizo con la película “Mogambo”, que para esconder un adulterio lo convirtió en… incesto!

Quique Fernández

Escuela de Animación Bíblica

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