Hemos visto en las anteriores entradas que va a resultar decisiva la imagen que tengamos de Dios para configurar nuestra religiosidad y espiritualidad. Solo si creo en Dios Misericordia voy a vivir mi fe desde esa perspectiva.
También vimos en los dos artículos anteriores, titulados “Todos somos hijos de Dios”, que dependiendo del tratamiento que otorguemos a los demás seres humnos estaremos en la línea de Jesús de Nazaret. Solo si les miro y trato como hermanos, les estoy concediendo la misma dignidad que concibo para mí, ser hijos del mismo Padre.
Pero si esto es así, y si además Dios lo es de la Vida, el Amor y la Misericordia, ¿cómo podemos explicar tanta violencia en nombre de Dios en varios libros del Antiguo Testamento?
Es inevitable que al pasear nuestra lectura por varios de los libros llamados históricos del Antiguo Testamento nos preguntemos: ¿hacía falta que camino hacia la tierra prometida el pueblo hebreo fuese batallando con cada uno de los pueblos con los que se encontraba? ¿Puede ser que el Dios Vida, Amor y Misericordia solo lo sea para un pueblo y no para todas las personas? ¿Cómo explicar, pues, la violencia en la Biblia y, especialmente, la violencia en nombre de Dios?
Empecemos por explicar algo previo pero esencial. El pueblo hebreo no era monoteísta ¿cómo? Es decir, sí que es verdad que creían en un solo Dios, pero no creían que hubiese un solo Dios. Lo que creían es que su Dios, el Dios de Israel, era mejor que los dioses de los otros pueblos.
Pero si mi Dios es más fuerte que los otros dioses, mi Dios me va a hacer ganar todas las batallas. Esto, en principio, puede tener una lectura positiva: ellos creen que todo lo bueno les llega de Dios. Pero, enseguida podemos percibir una doble distorsión. Por un lado, del Dios Vida, Amor y Misericordia solo puede salir Vida, Amor y Misericordia, y por tanto nunca odio, venganza y violencia. Y, por otra parte, esa verdad es universal, es decir que es para todos los seres humanos.
Digamos bien claro: el Pueblo de Israel es un pueblo escogido, pero equivocó para qué había sido escogido. Ellos pensaron que era para una dignidad cuando en realidad lo era para un servicio. Así, se creyeron más que los demás y, por tanto, pecaron de soberbia. Es algo que Dios les va a repetir una y otra vez por medio de los profetas.
Pues bien, volviendo a esa necesidad que mi Dios sea más fuerte que los otros dioses.
Esto va a llevar a escribir la historia del Pueblo de Israel muchas veces desde el género épico. Se trata de que una verdad se maximiza, en palabras llanas, se exagera. Para que nos entendamos, es el precedente bíblico de Indiana Jones.
Así pues, nos encontramos ante una violencia que responde a una idea distorsionada de Dios y, por otra parte, a una violencia exagerada épicamente para ensalzar a Dios y, a la vez, sentirse como el pueblo amado y escogido.
No quisiera acabar sin que quedase bien claro que el que la violencia pueda tener explicación no quiere decir que tenga justificación. A veces se confunde el explicar con el justificar. No es esta, para nada, mi intención. La violencia nunca está justificada. Ni en el Antiguo Testamento, ni en la Historia de la Iglesia: sea en las Cruzadas, sea en la Inquisición, sea en la colonización de América.
Dios es Amor, es Misericordia, lo es siempre, lo es para todos. Cuando mostramos a Dios justificando o, incluso, generando la violencia… deformamos la imagen de Dios de tal manera que aquel “nuestro dios” del que hablamos y el Dios verdadero no se parecen en nada.
Quique Fernández
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