c) Jesús enseña a orar
Es tan importante para Jesús la relación con el Padre que dedica una importante parte de su vida pública y predicación a enseñar a orar a sus discípulos de ayer, de hoy y de siempre. Es, por tanto, Maestro de oración pero, tal como hemos visto, es un Maestro que empieza por enseñar con el ejemplo.
Podemos destacar tres bloques de esa enseñanza:
– Las enseñanzas sobre la oración en el Sermón de la Montaña (y/o del Llano)
– El Padrenuestro, como forma privilegiada de dirigirse al Padre
– Parábolas sobre la oración como la del Amigo inoportuno, en el capítulo 11 del Evangelio de Lucas, la del Juez injusto y la viuda o la del Fariseo y el Publicano, ambas en el capítulo 18 del mismo evangelio.
Y de esos bloques correspondientes a distinos momentos y formas de orar, se desprenden sus enseñanzas que podemos resumir:
– La oración verdadera nace de un corazón humilde: hemos de reconocer al Padre y nos hemos de reconocer pecadores.
– Esa humildad nos lleva a confiar y, a su vez, la confianza nos lleva a insistir en nuestra petición.
Precisamente gracias a los evangelistas Jesús nos sigue enseñando hoy a orar, tanto desde cómo oraba él hasta cómo nos explicitó que debía ser nuestra oración.
Acabo con unas palabras de Jesús que creo bien pueden resumir su enseñanza: “cuando oréis vosotros no seáis como los hipócritas…” (Mt 6, 11). Una vez más este recorrido nos lleva al corazón. Antes decíamos que se requería el corazón humilde, ahora añadimos “sincero”. Un corazón humilde y sincero es el inmejorable lugar de encuentro con el Padre. Como el corazón de María, la Madre de Jesús.