Pablo era “intrépido”, pero ¿qué significa exactamente la palabra “intrépido”? Si recurrimos a la etimología vemos que intrépido viene del latín “intrepidus”. Donde “trepidus” significa tembloroso, con lo cual intrépido significa, “el que no tiembla”. Y si recurridos al diccionario de la RAE, intrépido es aquel que no se asusta ante las situaciones o las dificultades.
Efectivamente Pablo es un gran intrépido, porque es alguien sin temor ninguno, sin miedo ninguno a transmitir el Evangelio. En su segunda carta a los Corintios define todo lo que ha vivido y sufrido por anunciar el Evangelio; “he sufrido cárcel, he sufrido apaleamiento, he sufrido insultos, desprecios”… es decir, todo un currículum de desprecios y barbaridades por el Evangelio. Es un hombre sin miedo y se me ocurren tres grandes miedos que San Pablo no tiene y que hacen que su mensaje sea profundamente exitoso.
El primer miedo que no tenía San Pablo es “dialogar con el diferente” y en una sociedad como la nuestra en la que parece como que todo está revestido de tolerancia -hoy en día la gran palabra es “hay que ser tolerante”- pero en la realidad se es más intolerante que nunca. Es decir, cuando alguien piensa diferente, cuando alguien no opina igual, cuando alguien tiene… ya se le etiqueta. Entonces nos cuesta mucho aceptar. Sólo hay que ver la televisión, en los debates de la tele solo les falta tirarse a la yugular del otro porque piensa diferente o da una opinión distinta. Entonces uno de los grandes retos que tenía San Pablo y que dio gran éxito en su misión y que es un gran reto para nosotros, es no tener miedo a dialogar con quien piensa diferente, con quien te aporta otros puntos de vista y respetar ese punto de vista y ese diálogo fraterno aceptando que incluso de ahí yo voy a aprender más. De hecho, mi experiencia personal es que aprendo mucho más de quien piensa diferente que de quien piensa igual que yo. Porque quien piensa diferente está empujando a que yo me replantee lo que estoy diciendo y busque mejores razones, fundamentos para explicar por qué lo digo. Con lo cual lo agradezco.
Juan Molina, Misionero del Sagrado Corazón
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